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Polémica en torno a la detención de Pinochet en Inglaterra.
© Clarín, 10 de diciembre de 1998
Un fallo con riesgos
Por Carlos Escudé
La
decisión británica de permitir la extradición
de Augusto Pinochet a España demuestra que
para la Unión Europea, el merecido castigo de un ex dictador es
más importante que el futuro de la democracia chilena.
Por cierto, Chile, al igual que España, es
un país que ha pactado su transición a la democracia, y la
inmunidad de Pinochet fue una de las condiciones para el advenimiento de
un gobierno civil. La violación de esta inmunidad, a pesar de los
esfuerzos del gobierno de Eduardo Frei, generó graves polarizaciones
en la sociedad chilena.
Nadie teme un golpe militar como consecuencia inmediata de esta situación,
pero el arte del buen gobierno radica no sólo en evitar catástrofes
inminentes, sino también en reducir los riesgos de crisis eventuales.
Es por ello que no sólo Frei exigió la liberación
del ex dictador, sino que también el gobierno argentino apoyó
sus reclamos.
Lamentablemente, sin embargo, el bienestar de la democracia chilena no
es una prioridad europea. En cambio, presentarse ante el mundo como vanguardia
ilustrada de los derechos humanos sí lo es, porque la Unión
Europea es un bloque que cada vez se parece más a un súper
Estado, pero que aún carece de identidad y de misión.
La misma España, que se democratizó dejando impune una legión
de violaciones a los derechos humanos, blanquea de esta manera su pasado
y recupera la ilusión de un destino manifiesto. Pinochet era el
blanco ideal para este operativo, porque Chile es un país ubicado
en el confín del mundo, que no representa una amenaza grave para
ningún interés vital europeo.
Jamás hubieran detenido al chino responsable de la masacre de Tiananmen,
porque hacerlo sería peligroso para la paz mundial. Pero dañar
la democracia chilena es algo que sólo afecta a los chilenos y sus
vecinos.
Con total falta de responsabilidad, Europa se anota un poroto frente a
la opinión pública. Qué pena que no detuvieron a Videla
o a Massera, que merecen tremendos castigos y ya no tienen el poder de
dañar a la Argentina.
Pero no hay mal que por bien no venga. Los aspirantes a dictadores
de nuestra región ya saben que es imposible regresar al pasado.
Los europeos actuaron con gran irresponsabilidad, pero aun así,
lo suyo se enmarca en un proceso dialéctico y contradictorio de
progreso moral planetario.
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