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Nota publicada
en el diario Clarín el 15 de octubre de 1997.
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Argentina-E.E.U.U.: La única política exterior posible
Por Carlos Escudé
La política exterior de la administración
Menem se funda sobre dos alianzas complementarias, con los EE.UU.
y el Brasil, que se contrapesan mutuamente a la vez que facilitan el camino
argentino hacia el desarrollo económico y consolidan para el país
una situación de relativa seguridad en el ámbito interestatal.
La alianza con los EE.UU. tiene tres funciones: 1) eliminar los escollos
para nuestro desarrollo; 2) disuadir el potencial aventurerismo de algunos
sectores militares chilenos sin gastar dinero en armas, y 3) ponerles límites
a las expectativas brasileñas. A su vez, la alianza con Brasil tiene
funciones similares, que incluyen la integración económica
subregional y la imposición de límites a la alianza con los
EE.UU. Por otra parte, el desarrollo y la seguridad argentinos dependen
de estas alianzas complementarias. Y aunque ambas son el producto de
una trabajosa construcción, la alianza con los EE.UU. es siempre
la que requiere más explicaciones.
Hasta el advenimiento de la administración Menem las relaciones
entre la Argentina y los EE.UU. habían sido, con pocas excepciones,
menos que amistosas. La Argentina antagonizó sistemáticamente
con ese país en foros diplomáticos, rechazó la doctrina
Monroe, fue neutral durante las dos guerras mundiales, promovió
una "tercera posición" después de 1945 y luego
se unió al Movimiento de No Alineados. A la vez, rehusó firmar
el Tratado de No Proliferación Nuclear y ratificar el de Tlatelolco
y, ya con el gobierno democrático de Alfonsín, se lanzó
al desarrollo de un misil balístico, el Cóndor II. Para colmo,
en 1982 invadimos las islas Malvinas, embarcándonos en una guerra
contra el principal aliado de los EE.UU.
Por cierto, como muchos Estados, hasta la administración Menem y
al menos desde la década de 1940, la Argentina subordinó
el bienestar ciudadano a la búsqueda de poder regional, a veces
con la ilusión de competir en un juego planetario mayor.
Sin embargo, la necesidad de un nuevo enfoque de las políticas
exteriores y de seguridad, centrado en el desarrollo económico
y el bienestar ciudadano, se hizo cada vez más palpable a medida
que se cobró conciencia del dramático fracaso de las políticas
inspiradas por la búsqueda de prestigio y poder.
Sin embargo, aún no había llegado el momento de que estas
reflexiones tuvieran un impacto sobre la política. Lo que cambió
radicalmente la situación fue la hiperinflación sufrida en
1989 y 1990. La muerte de la moneda hizo a las dirigencias y al público
argentinos aún más conscientes de sus bolsillos de lo que
suelen ser. Significó el derrumbe del gobierno de Alfonsín
y devolvió el sentido común al país: obsesionó
a las dirigencias y al ciudadano común con la necesidad de estabilidad
monetaria y de una política exterior que fuera funcional para los
objetivos económicos del país.
Cambio notable
Con Menem la política exterior argentina cambió notablemente.
El Estado argentino se alineó con Occidente, abandonó el
Movimiento de No Alineados y cambió el perfil de sus votos en los
foros internacionales. Restableció relaciones cooperativas con el
Reino Unido. Desactivó el Cóndor II, a la vez que firmó
y ratificó todos los tratados de no proliferación de armas
de destrucción masiva. Además, se plegó a algunas
políticas de seguridad norteamericanas y alcanzó la primera
inserción exitosa del país en asuntos militares mundiales
al intervenir en la guerra del Golfo, en Haití y en varias misiones
de mantenimiento de la paz. Por último, continuó con la política
de Alfonsín de acercamiento a Chile y profundizó el proceso
de integración con Brasil a través de la creación
del Mercosur. Por otra parte, el cambio de políticas del gobierno
de Menem es el fruto de las siguientes premisas:
1. La principal función de la política exterior debería
ser servir a los ciudadanos.
2. El desarrollo económico es la definición misma del interés
nacional.
3. Los EE.UU. constituyen la limitación externa más importante
para la política exterior de los países latinoamericanos,
y es por ello del mayor interés de nuestro país tener buenas
relaciones con esa potencia siempre que no sea a expensas de los intereses
materiales de la Argentina.
A partir de estas premisas y de una lectura de los antecedentes históricos,
se infirió que cualquier desafío al liderazgo estadounidense
que no estuviera vinculado al desarrollo económico argentino ni
a los intereses políticos directos de la Argentina y sus socios
del Mercosur, es contraproducente para este desarrollo.
Esta fue una razón de peso para adoptar las medidas mencionadas,
que cambiaron cualitativamente las relaciones argentino-estadounidenses
y que hoy nos ponen en el umbral del status de aliados extra-OTAN de Estados
Unidos.
La ciudadanía argentina no tiene vocación para otro tipo
de política, en tanto no puede ni quiere someterse a sacrificios
económicos para apuntalar el poder militar del Estado. El gobierno
argentino no quiere ni puede intentar imponerle mayores sacrificios económicos
a la ciudadanía, en tanto depende de ella electoralmente. Finalmente,
los militares ya no tienen el poder de imponer sus intereses corporativos
al Estado y la ciudadanía. Por todo esto, la actual no es solamente
la mejor política disponible: es la única posible.
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