PAGINA NO OFICIAL DE CARLOS ESCUDE
Artículo publicado en el diario Clarín el 19 de julio de 1997.
© Clarín, 1997.
Mercosur, la puerta al Siglo XXI
Por Carlos Escudé
Como la vida,
la política exterior es un proceso continuo de adaptación
y aprendizaje, a veces exitoso, otras, no tanto. En el siglo XIX la Argentina
sufrió décadas de anarquía y violencia, convertida
en un seudo Estado para el que una inserción provechosa en el mundo
era imposible. Conseguida la unión nacional, tuvo un despegue
espectacular que le permitió aumentar la superficie sembrada
de medio millón de hectáreas en 1870 a 20 millones en 1914,
las vías férreas de 500 km en 1870 a 31.000 km en 1914 y
las exportaciones de 30 millones de pesos oro en 1870 a 430 millones en
1914.
La gran Argentina, que supo atraer a 6 millones de inmigrantes europeos,
había nacido de la mano de la paz interior y la apertura al mundo.
Eran tiempos en que a un británico, dada una misma tasa de retorno,
le daba lo mismo invertir en la Argentina que en el Canadá.
Posteriormente nos equivocamos. En la Primera Guerra Mundial fuimos
neutrales, demostrándole al inversor británico que la Argentina
y el Canadá no eran lo mismo. Nació el Movimiento de Preferencias
Imperiales que, durante los años treinta, generaría una costosísima
discriminación contra nuestro comercio.
Un Estado paria
Luego, con la Segunda Guerra Mundial, la equivocación fue peor:
nuestra neutralidad fue sospechosa de complicidad con esa encarnación
del mal que fue el nazismo, y Estados Unidos descargó sobre nosotros
toda la furia de que es capaz gracias a su ciclópeo peso económico
y político. Quedamos marginados de Occidente e intencionalmente
agravamos esa marginación. No ingresamos al FMI ni al Banco
Mundial, creados en 1944, hasta 1956. No ingresamos como miembros plenos
del GATT, creado en 1947, hasta 1968.
Para colmo, continuamente buscábamos pleitos con nuestros vecinos.
En 1978 casi le hicimos la guerra a Chile, y en 1982 libramos una guerra
contra Gran Bretaña. A la vez, nos hacíamos sospechosos de
proliferación nuclear, enriqueciendo uranio sin aceptar salvaguardias.
Finalmente, engendramos el malhadado Cóndor II en complicidad con
Irak. Y la hiperinflación destruyó nuestra moneda. Eramos
un Estado paria.
Sin embargo, durante la presidencia de Alfonsín comenzó a
vislumbrarse una tenue luz al final del túnel. Nuestra actitud hacia
los países vecinos cambió. Solucionamos el litigio del Beagle
y nació el proyecto de integración con el Brasil.
Estos cambios positivos se potenciaron durante el gobierno de Menem. Desarrollamos
una actitud cooperativa hacia Occidente y nos involucramos activamente
en la causa de la paz mundial. Nos abrimos al mundo. Pero lo más
importante fue que nació el Mercosur.
Espacios insospechados
Al principio el Mercosur nos provocó miedo. No creíamos
en nosotros mismos. Temíamos que el Brasil nos "comiera".
En nuestros primeros y balbuceantes pasos incluso violamos el Tratado de
Asunción, asustados por el déficit comercial. Sin embargo,
reformas económicas mediante, el comercio se multiplicó,
las inversiones fluyeron y nuestras ventajas competitivas (entre
ellas, la calificación de nuestra mano de obra) nos generaron espacios
insospechados. El Brasil se convirtió en nuestro principal socio,
con tanto provecho para nosotros que ahora es nuestro vecino quien recurre
al proteccionismo para guarecerse de nuestro alud exportador. No
puede sorprendernos. En su lugar, no haríamos otra cosa.
Por cierto, después de tantas décadas de marginación
y desconcierto, la Argentina encontró un lugar bajo el sol. Ese
lugar se llama Mercosur. A su vez, el Brasil es nuestra gallina de los
huevos de oro. Y hay que cuidarla como a nuestra principal riqueza.
No podemos pedirle más de lo que su economía puede generar.
Dependemos de su salud económica, que debemos proteger. Y
debemos fortalecer esta alianza, llevándola al plano de lo político-estratégico.
En Washington y otros centros del poder mundial anidan fuerzas oscuras
que encontrarán mil justificativos para torpedear un bloque regional
al que acusan de "desviar comercio". Querrán negarnos
la oportunidad que (gracias a su mayor poder y relevancia estratégica)
tuvo la Unión Europea. Esto es esperable. Nuestra viabilidad en
el mundo del siglo XXI dependerá de nuestra capacidad para enfrentar
este desafío en sólida alianza con el Brasil.
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