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Artículo publicado en el suplemento de informática de
La Nación el 18 de mayo de 1998.

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 CARLOS ESCUDE, ANALISTA EN RELACIONES INTERNACIONALES

En busca de la PC submarina

El escritor, periodista y experto en política internacional le hace un pedido particular a los fabricantes de hardware para poder recuperar la curiosa forma de escribir con la cual realizó su tesis doctoral.

Tuve que informatizarme aproximadamente en 1990, cuando comencé a enviar textos y trabajos para universidades de los Estados Unidos, y ellos insistían en que el material fuera en diskette. Llegó un momento en que era imposible trabajar con ellos si no se tenía una PC. Así fue como, casi a la fuerza, la computadora entró en mi vida.

Y la verdad que no me puedo quejar, como muchas personas, de haber perdido material por culpa de la PC. Mi paranoia es tal que no hago un backup, sino dos o tres. Entonces podrían robarme la PC y los diskettes, y siempre por algún lado voy a encontrar algún otro backup.

Lo que más uso es el programa Word y el Word Perfect. A mí me gusta más el Word, pero en el ámbito académico de los Estados Unidos están muy habituados al Word Perfect, porque es muy práctico para trabajar con textos largos y pies de página.

También uso mucho el correo electrónico y claro, Internet. Puedo asegurar que me he ahorrado unos cuantos viajes a los Estados Unidos gracias a la Red. Es que allá en el Norte son muy meticulosos con las citas; cada mención tiene que contener los datos exactos para ubicar la referencia, desde el nombre del libro hasta la página exacta y la ciudad donde fue editado. Así que a la hora de terminar el texto, uno se da cuenta de que le están faltando detalles. Si no fuera por Internet, tendría que haberme ido varias veces a los Estados Unidos sólo para sentarme en una biblioteca.

La Red es el último y más práctico emprendimiento llegado para achicar más y más el mundo. Los aviones ya lo estaban achicando, pero la computadora lo ha comprimido.

Debo elevar un pedido a los inventores: estoy necesitando una computadora que soporte salpicaduras y que pueda ser usada en la bañera. es que la computadora me ha quitado ese placer. En 1980 preparé mi tesis doctoral en la Universidad de Yale (Estados Unidos) en sesiones de ocho horas sentado en la bañera con una tabla que sostenía mi máquina de escribir. Esa tesis, Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación argentina, se convirtió en un texto conocido y nadie supo jamás que había sido creado en una bañera.

Ahora les pido a los productores de hardware: inventen algo que me devuelva aquel viejo placer.

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