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Artículo publicado en La Nación, el 9 de julio de 1998.

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 El fútbol despierta más patriotismo que la historia

Las fechas patrias se han vuelto imprecisas, esquivas, inasibles. Ya no se corresponden con días fijos y definidos, como solían ser el 25 de Mayo, el 20 de Junio y el 9 de Julio.

Las fiestas nacionales se han vuelto inciertas, pues no se ajustan a un calendario histórico, sino a una agenda deportiva: la agenda de la selección de fútbol.

La tribuna y la calle, el tren y el Obelisco, todo es celeste y blanco cuando juega la selección. Las banderas se agitan al son de exaltados himnos futbolísticos, desentonados quizá, pero salidos del alma. Los símbolos son los mismos, pero las fechas son distintas. Un 9 de Julio se ven pocas banderas en la ciudad. El último 30 de junio, en cambio, cuando la Argentina jugó el partido con Inglaterra, los colores celeste y blanco abandonaron la comodidad de las nubes y se dignaron engalanar las calles del país.

Al igual que la bandera, el fervor patriótico pasa de largo las fechas tradicionales y se detiene en los grandes encuentros deportivos. "El fútbol canaliza los afectos nacionales. Es una compensación de los valores y los modelos perdidos", señaló Mario Corcuera Ibáñez, director del Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco. Según Corcuera Ibáñez, los modelos perdidos son los de San Martín, Belgrano y demás próceres nacionales, antes admirados y ahora olvidados. Tanto fueron relegados en el ranking de personas por imitar que son pocos quienes los recuerdan en su día.

Lo mismo sucede con la Bandera, la Independencia y la Revolución de Mayo. No se sabe bien qué significan estas cosas, por lo cual nadie se identifica con ellas. El 9 de Julio, en definitiva, no despierta mayores sentimientos. Pero allí está el fútbol en su reemplazo, la camiseta celeste y blanca, los jugadores superconocidos, los rivales feroces.

Confusión futbolística

"La gente olvida los símbolos para la fecha que corresponde -dijo el historiador Roberto Cortés Conde-. El fútbol es un espectáculo muy interesante y muy divertido, pero no hay que confundir, porque cuando se juega un partido, no juegan los países, sino selecciones que representan a sus asociaciones deportivas. No deberían cantarse los himnos antes de los partidos internacionales, porque crea confusión."

No había tal confusión hasta mediados de siglo, cuando, según Juan José Cresto, director del Museo Histórico Nacional, no había que obligar a nadie a llevar escarapela. "La llevaban con orgullo. Era como si las proezas hechas por nuestros antepasados las hubiéramos hecho nosotros", comentó.

Jugadores y gladiadores

Sin embargo, cuando no se conoce lo que ocurrió en el país, no es posible identificarse con quienes lo hicieron posible. "Aquellos que no saben historia, pero tienen un sentido de patria, se sienten unidos a través de alguien que hace el esfuerzo por uno. El jugador de fútbol es el gladiador; el equipo es el ejército de San Martín reducido a once combatientes, que luchan por una bandera", dijo Cresto.

Carlos Escudé, especialista en política internacional, sostiene que la bandera se ve más en las canchas que en las fiestas patrias porque éstas son un símbolo del mundo oficial: mentiras, corrupción, frustración económica, política y moral.

"La gente sigue identificándose con la bandera, pero con algo mucho más puro, no contaminado por la política, la retórica y todo lo que se asocia con el mundo del poder. Un triunfo deportivo es algo mucho más digno", señaló Escudé.

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